La ingeniera agrónoma Blanca Landa lidera un proyecto internacional para frenar la propagación de la 'Xylella fastidiosa', un microbio que amenaza al sector agrícola mediterráneo
Blanca Landa todavía recuerda con horror el día en que se encontró cara a cara con la peste. Era 2014 y el fitopatólogo estaba recorriendo los olivares de Apulia, una región que forma el talón de la “bota” de Italia. “Es como una película de desastres en la que se lanza una bomba y todo se seca. Conduciendo en coche, ves kilómetros y kilómetros de árboles secos. Miles y miles de hectáreas. Es un desastre ecológico”.
Landa utiliza el tiempo presente porque desde que la conoció la peste, provocada por la bacteria Xylella fastidiosa , se ha extendido como la pólvora por España, Francia y Portugal. Es una de las mayores amenazas generales para la agricultura mundial, pero también para los paisajes inmemoriales en los que generaciones han crecido en las aldeas de todo el sur de Europa. Landa acaba de tomar las riendas de un proyecto internacional para intentar frenar el avance del microbio, que cuando llega a una nueva región lo convierte en una especie de Chernóbil de origen vegetal.
Xylella , originaria de América, mide poco más de una milésima de milímetro. La bacteria se multiplica en los vasos conductores de savia de un árbol y puede obstruirlos, asfixiando las ramas. Los insectos de la familia Cicadellidae, conocidos como saltahojas, son los encargados de transportar el microbio de una planta a otra. La principal hipótesis es que el microorganismo llegó al sur de Italia en 2008, transportado en cafetos ornamentales desde Costa Rica. Cuando se detectó en 2013, ya era demasiado tarde. En unos pocos años, la bacteria había destruido más de seis millones de árboles. Landa recuerda escenas de ancianos agricultores llorando, abrazados a sus olivos centenarios enfermos. La principal estrategia contra la bacteria es arrancar de raíz el árbol infectado y todos los demás que se encuentren a menos de 50 metros de él.
Landa abre un pequeño frigorífico en uno de sus laboratorios en el Instituto de Agricultura Sostenible (CSIC) en Córdoba, España. Contiene muestras de casi cien cepas diferentes de la bacteria, almacenadas a -80ºC (-112º F). "Esta es la colección de Xylella más grande de Europa", explica. La lista de microbios en el congelador es espeluznante: provienen de vides en California, cerezos en Mallorca, retamas en Córcega, cafetos en México, olmos en Washington DC, almendros en Alicante y olivos en las Baleares. Islas y Apulia. Xylella es capaz de infectar hasta 600 especies de plantas diferentes, muchas veces sin provocar síntomas. Recorre el mundo sin levantar sospechas y ataca a las principales especies que caracterizan el paisaje agrícola mediterráneo: olivos, vides, almendros, cítricos y frutales de hueso.
En España, el microbio se detectó por primera vez en octubre de 2016, en tres cerezos de un centro de jardinería de Mallorca, pero Landa cree que el patógeno había entrado en las Islas Baleares mucho antes, hacia 1994, en almendros introducidos desde California. El Gobierno regional de Baleares ordenó arrancar miles de árboles en 2016, antes de rendirse ante la evidencia de que ya era imposible erradicar la bacteria en el archipiélago mediterráneo. El otro gran foco se encuentra en la provincia de Alicante, en la costa oriental de España, donde una epidemia fuera de control está asolando la agricultura a pesar de que se han arrancado casi 190.000 almendros desde 2017. Los olivareros de la península tienen miedo: hay más En España hay más de 300 millones de olivos , que producen alrededor de la mitad del aceite de oliva mundial.
Hasta ahora el microbio está ganando la guerra. “Hay que aprender a vivir con las bacterias y minimizar el daño. Lo que a los agricultores les gustaría, echarle un pesticida y que el problema simplemente desaparezca, nunca sucederá”, afirma Landa, recientemente nombrado presidente de la Sociedad Española de Fitopatología. El proyecto internacional que ella supervisa, que ha recibido 7 millones de euros de financiación de la Unión Europea, se centra en gran medida en el desarrollo de métodos para detectar el microbio . "La mejor manera de combatir las bacterias es mantenerlas alejadas", dice. Landa coordina el trabajo de unas 30 instituciones de 14 países. Tres organizaciones italianas están entrenando perros para detectar la bacteria en los puertos fronterizos, incluso en plantas infectadas que no muestran síntomas. El investigador español Pablo Zarco y su equipo de la Universidad de Melbourne están perfeccionando un sistema para identificar árboles afectados mediante cámaras especiales colocadas en aviones.
Landa y su grupo trabajan en el invernadero de alta seguridad más grande de España, recientemente inaugurado en Córdoba. Para llegar a sus 400 plantones de olivo, hay que atravesar tres puertas con tres códigos diferentes, entre ellos las huellas dactilares de los científicos. Un sistema de presión negativa evita que el aire escape del recinto. Todos los residuos se tratan con soda y ácido clorhídrico antes de enviarse por los desagües. Es un búnker para investigar plagas de plantas.
Landa y su equipo se están preparando para infectar con la bacteria ocho de las variedades de olivo de mayor importancia económica. El ingeniero agrónomo Miguel Román camina entre los plantones y recita de memoria las variedades: picual, arbequina, hojiblanca, gordal, arbosana, cornicabra, frantoio y una especie de acebuche silvestre. El objetivo es comprobar qué variedades de olivo son más resistentes a la bacteria y por qué. “Vamos a inocular la cepa Ibiza, porque consideramos que es la de mayor riesgo de España, y también la de Mallorca”, explica. Este subtipo, que está arrasando con olivos centenarios en Ibiza, es similar a la variante que ha destruido millones de árboles en Apulia.
En el sur de Italia, afirma Landa, se ha producido “la tormenta perfecta”: una variedad de olivo muy susceptible, una cepa de bacteria extremadamente virulenta, un clima favorable y una abundancia de saltamontes debido a la costumbre local de dejar crecer la hierba en los olivares. “Las poblaciones de insectos portadores son enormes; tienes que intentar mantenerlos fuera de tu cabeza. En España se han hecho estudios en olivo y su número es muy bajo”, afirma. Sin embargo, el microbio se está extendiendo por toda la Península Ibérica. En diciembre, Portugal anunció la primera detección de Xylella fastidiosa en cítricos dentro de la Unión Europea.
La bióloga Pilar Velasco muestra sus experimentos con diferentes cepas de la bacteria, realizados en conductos de silicona que imitan los vasos de los árboles. "Se obstruyen en una semana", dice. En los árboles, señala Landa, el proceso es más lento y caprichoso. “Todavía no sabemos cuánto tiempo lleva. Hemos inoculado la bacteria en plantas de olivo y ha colonizado todo el árbol, pero en tres años no lo ha matado ni hemos observado síntomas. Todavía no entendemos muy bien qué es lo que hace que la planta empiece a enfermarse”.
Otro biólogo del equipo, Manuel Anguita, tiene la tarea de investigar las “más de 2.000 especies de bacterias” que viven en el interior de un olivo. Está contento porque acaba de extraer de una rama 13 mililitros de savia; una cantidad considerable. El objetivo del grupo es diseñar un cóctel de bacterias beneficiosas que puedan inyectarse en plántulas jóvenes en los viveros, basándose en que la presencia de estos microbios sanos evitará que el patógeno se afiance .
Blanca Landa cuenta con tristeza que, en sus expediciones al sur de Italia y a las Islas Baleares, ha sentido “siglos de historia derrumbarse” sobre sus hombros. Uno de los olivos más antiguos del mundo, conocido como Farga del Arion, se encuentra en el municipio de Ulldecona, en Tarragona, España. Fue plantada por agricultores romanos en el año 314 d.C., en tiempos del emperador Constantino, según dataciones científicas. Tiene más de 1.700 años. Lo que está en juego, insiste Landa, no es sólo la supervivencia económica de los pueblos y ciudades agrícolas, sin
o también la memoria colectiva de su gente. Como dijo en verso el poeta Miguel Hernández: “El naranjo sabe a vida y el olivo sabe a tiempo”.
Fuente: El Pais Science and tech
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